LA HISTORIA

La andadura de esta casa se remonta a los inicios de 1894, cuando tres socios de origen mallorquín, Balaguer, Coll y Ripoll fundan La Mallorquina, originariamente situada en la calle Jacometrezo , con el tiempo, se traslada a donde ahora se encuentra, en plena Puerta del Sol.

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Desde los inicios, esta casa ya marcaba maneras, y buenas formas. Empezando por los productos como la ensaimada, siempre acompañada de un chocolate calentito, embutidos de primera calidad, conservas, el famoso huevo hilado, la sobrasada mallorquina, sabarínas o babarruas, merlitones o bartolillos, torteles o rusos. Y vitrinas llenas de bombones que parecían pintados por algún pintor de la época.

Siguiendo con un gran personal cualificado, camareros de frac que atendían en francés, y confiteros de primera división como Teodoro Bardají, que convirtió el obrador en el paraíso del azúcar.

Terminando por lo más importante, los clientes, desde los tertulianos del salón con matricula, Rubén Darío, José Echegaray, Francisco Silvela, Benito Pérez Galdós, Gómez de la Serna, Pío Baroja o el Premio Nobel de literatura Juan Ramón Jiménez. Y con la fauna política de todos los colores y sabores de la época, alcaldes, dirigentes, ministros y hasta reyes. Reyes que han dejado en herencia el gusto por nuestros productos en palacios de cristal.

Lejos quedan estos inicios, lejos quedan esos recuerdos rotos por una guerra, lejos quedan esos sueños dulces, lejos queda esa lucha…

Pero La Mallorquina tenía que volver a endulzar Madrid, y así se hizo. De la mano de dos familias de comerciantes, la familia Quiroga y la familia Gallo. Había que volver a abrir esas puertas selladas, devolver ese aroma mitad vainilla, mitad café, a la Puerta del Sol, y recuperar su lugar en la historia madrileña. Un gran reto para estas dos familias.

Esos primeros años fueron muy difíciles, productos básicos como el azúcar, harina, café o el carbón para nuestros hornos, brillaban por su ausencia. Y poner en marcha la maquinaria de esta casa fue una ardua tarea para nosotros.

Es en 1960, cuando reformamos La Mallorquina para dejarla tal como se encuentra ahora. Se colocaron los 22 famosos escalones que llevan al salón, salón donde aún se oyen las tertulias culturales de los bohemios de la época.

Y como dice el dicho:De Madrid al cielo… pero pasando por La Mallorquina”.

¿QUÉ PEDIR EN LA MALLORQUINA?

Podemos optar por pedirnos algo para ir tomando mientras disfrutamos de nuestro querido Madrid o también podemos disfrutar de los dulces en el salón que hay en la planta de arriba de la pastelería.

No podemos dejar pasar la genuina napolitana de crema. Bien doradita, con su correspondiente crema y con el toque de las almendras fileteadas. ¡Puro vicio!

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Otro de los must son los pepitos fritos, el tocino de cielo, las trufas de chocolate

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Como no, su amplia variedad de tartas o su infinidad de pastelitos. También podemos decantarnos por unos perfectos macarons de diversos sabores.

Como veis, no se les escapa un detalle y ahora que llega la Navidad, no podemos perdernos su amplio abanico de turrones al corte.

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14 comentarios sobre “LA MALLORQUINA, ENDULZANDO MADRID DESDE 1894

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